12 abr 2010

Alargar las patas


La injusticia es moneda corriente, y nos toca a todos de diversas formas. Ese día, al igual que otros tantos, me dejé “alterar” por lo que tildé de atropello a mi dignidad. Siempre tomaba al estudio como una responsabilidad. La maestra, aquella figura imponente, era un ser superior que nos podía evaluar como un lector de rayos x con sólo mirarnos. O al menos eso es lo que yo consideraba. También era un fuente inagotable de conocimientos que vertía de a gotas su contenido en nosotros, tierra seca con una semilla sedienta y ansiosa de crecer. Lo curioso es que esta fuente era idónea para todos, podía abastecer a un jardín repleto de variadas flores, diferentes entre sí. Sin embargo era nuestro deber apropiarnos de su emanación y no dejar que se derroche.
Aquel día cumplía mi deber con natural esmero, hasta que me llamaron la atención: Gonzalo, enemigo natural de mi causa-estudio, director orquestal de cada bullicioso, niño completamente desinteresado en obedecer, mintió sobre mi… ¡sí, sobre mi!, atribuyéndome sus cualidades. La maestra puso el grito en el cielo para retarme. Completamente desentendida me acerqué valientemente a su banco frente a toda la multitud de caras ajenas a mi reclamo. Debía aclarar el malentendido, decirle que Gonzalo es el que no trabajaba, y ella me contestó en forma de desprecio: “tú tampoco”.
Ese fue un golpe duro. Aquel ser me negaba la realidad tenazmente y no me permitía explicarle, hacerle entrar en razón. ¿Cómo me podía juzgar así a mi que siempre le respondía con tanta dedicación? ¿Cómo creerle al rufián de turno? Estaba completamente indignada, ¿Qué discernimiento me podía entregar un ser voluntariamente tan ciego? Allí comenzó mi decepción con el sistema educativo.
Me quería cambiar de escuela, no la quería volver a ver. Dramática, así fui desde un comienzo. Pero no podía huir por una cosa así. Pasó el año, cambió la maestra, siguió Gonzalo.
Pero “Gonzalos” hay muchos, al igual que maestras. Mentiras sobran y aun así la verdad sigue latente. Por una pieza mala no hay por qué perderse un baile. Y al baile de la escuela ya lo pasé y sigo ejercitándome porque la música no para y hay que bailarla toda.

2 comentarios:

  1. ¡Muy bueno! Sabía que podía salir algo bueno de Gonsalo!! jajaja Aunque se nota el constante remordimiento jaja

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  2. Es que cuando uno deja volar la imaginación nacen personajes así JAJA

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